Territorio marcado

Antímano. Martes, 10:00 am

--¿Quién es el de legado sindical de esta obra? Los obreros que lo rodean lo señalan como en una coreografía: un hombre con talla de muro de contención, altura mediana, chaqueta beige impecable, zapatos de goma marca Ducati y Blackberry en la misma mano en la que usa un anillo dorado con una piedra. Habla con la elocuencia que sólo ciertas cuotas de poder otorgan. El que está aquí todos los días mantiene su número. El que no venga un día va bajando en la lista. La idea es que trabajemos todos mancomunadamente. No hay nada más transparente que eso, asegura en voz alta mientras los demás escuchan, callados. A su lado también están representantes de los consejos comunales de la zona y los trabajadores que esperan entrar en la nómina de la construcción que, según un censo hecho por los habitantes de Antímano, se llevará a cabo en ese terreno, propiedad del Metro de Caracas. Finalmente, se acerca. Dice que en el lugar van a construir 400 apartamentos con financiamiento del Estado, pero aún no se sabe cuál será la empresa encargada de hacerlo. Hay más de 350 desempleados, gente que hace vida acá, señala. --¿Usted a qué sindicato representa? --A ninguno. Yo soy miembro de la comunidad. --¿Cuál es su nombre? --Juan Carlos García. Se aleja, siempre con un mur mullo de gente detrás. Después de un par de conversaciones con una que otra persona, camina hasta la calle. En el trayecto revisa varias listas que llevan unos muchachos en manoseados sobres manila y da algunas órdenes. Está claro que es el jefe. Algunos le gritan: Pablo, tal cosa; Pablito; Bueno Pablo, nos vemos. Cuando se le pregunta por qué se identificó con un nombre falso apura el paso hacia una camioneta Cherokee, monta un pie en el puesto del copiloto y, mientras cierra la puerta, dice algo que logra escucharse a pesar del portazo: --Yo no le puedo dar declara ciones a ese periódico. El carro arranca de un tirón; lo escolta otro vehículo lleno de gente. En pocos segundos desaparecen en el tránsito. Ellos se van, pero en el lugar se queda una extraña comezón. Los obreros llevan más de un mes en la puerta del terreno, esa actividad de tensa resistencia que se conoce en jerga del gremio como hacer portón. Cientos de hombres desem pleados negocian con los líderes sindicales la posibilidad de trabajar en una obra, se anotan en listas con la esperanza de ser seleccionados, sin importar cuál sea el procedimiento. Saben que si no cumplen con ver pasar las horas muertas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR