Thomas Mann o el arte vence a la política 2

Mientras enternece su amistad con Hesse, el ensayista promueve una vindicación wagneriana: Richard Wagner y El anillo del Ni belungo, que hoy leemos en español en la compilación Ensayos sobre músi ca, teatro y literatura Alba Editorial, 2002. Defiende al genio de la causa antisemita y de la consecuencia nazi. Desea para él sólo el triunfo del arte, pues lo quiere así el propio maestro cantor: Si se disolviera en niebla el Sacro Imperio Romano, siempre nos quedaría el sagrado arte alemán. Mann evalúa el estado de la creación social y extrañado por la invisible entidad del rasgo en la literatura alemana, en pugna con el arte francés, inglés o ruso del tiempo de ideologías sociales en que sobrevive, lo presentará como la respuesta espiritual germánica: Su obra es la contribución alemana al arte monumental del siglo XIX que en otros países se presenta principalmente en la forma de la gran novela social. Sin un Dickens, un Thackeray, un Tolstói, un Dostoievski, un Balzac o un Zola que lo represente, el arte alemán hará de Wagner su vocero espiritual y del drama musical la equivalencia de la novela social, que le es tan desconocida: La contribución alemana, la manifestación alemana de esta grandeza, no sabe nada del elemento social y tampoco quiere saberlo. Contrario a la teoría del reflejo, ajeno a Plejanov el promotor del arte como retrato de la vida social y a Lenin el manipulador articulista tols toiano, agrede a los que quieren verlo como vate anticipado de algo que no quiso y que nunca hubiera respaldado; esa forzada reescritura de un inexistente profeta artístico de un presente político que pretende espejearse en él. Tanto aquí, como en el Fragmento...

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