Tinta borrosa

El oficio de periodista exige que con frecuencia se haga un alto en el camino para constatar que no se ha perdido el rumbo y que la llama sigue viva, que distracciones de cualquier índole no han distorsionado ni debilitado los afanes y propuestas originarias. Ahora, cuando abundan las herramientas de la tecnología para que el simple acto de informar resulte más entretenido, es muy fácil que se confunda la forma con el fondo y el continente con el contenido, que es peor que confundir el medio con el mensaje. Las modas en el periodismo pueden se nefastas, y lo han sido con la excepción que exigen la regla y el lugar común. A pesar de los manifiestos de los empresarios del rediseño, de las imprecaciones de los comunicólogos y de las admoniciones de los presuntos expertos, la noticia sigue siendo construida sobre cinco preguntas básicas: qué, quién, cuando, dónde y cómo, a las que se les podrían agregar otro par: por qué y para qué. Contra todos los pronósticos, los nuevos soportes, medios y tecnologías han corroborado lo que los asesores comunicacionales y académicos han tratado de negar: que un buen lead no debe tener más de 25 palabras, que es poco más de los 140 caracteres a que obliga la red social que ha sido más eficaz en las lides informativas. La novelería de confundir lite ratura y periodismo, con el agregado de que quienes lo perpetran rechazan el término periodista con la misma aversión con la que se tragan un vomitivo, ha perjudicado los dos...

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