titulo Republiquetalo que vivimos
admin adminRepubliquetaAntonio
López OrtegaEsta palabra me ronda desde hace unos días, quizás
porque he estado expuesto a preguntas e indagaciones de todo tipo sobre el país
que vivimos. Es uno de los riesgos de atender hoy invitaciones académicas o
seminarios en el exterior: la gente pregunta por nuestro desmadrado país y las
respuestas escasean. Tampoco el humor viene a tu auxilio, porque finalmente los
acontecimientos son trágicos. Tienes que soportar las dosis de escepticismo, de
rabia, de ofensas, incluso de burla. Vives en una republiqueta, en el disparate
continuo, y sin embargo debes esforzarte por aparentar no digamos lo contrario
pero sí al menos un mínimo de comprensión o análisis. Sólo que tampoco estas
bendiciones llegan a tiempo, sumiéndote en una mudez extraña, vergonzosa. Nunca
la función de representar algo (¿un país?) había llegado a un estadio tan bajo,
tan subterráneo; y también nunca la función intelectual había estado tan
desvalida, tan desorientada. Hay quien admite que la realidad supera a la
ficción, pero es desolador reconocer que esa misma realidad (referente mayor)
está lleno de sangre.Hace tiempo que nos cansamos de decir que ya no
tenemos capacidad de asombro porque todos los límites se han traspuesto. Y sin
embargo, la barra se corre cada día más, hasta lo indecible, hasta la anomia,
hasta la muerte de cualquier significado. Las palabras ya no dan cuenta de la
realidad, ya no nombran, y entonces
se produce esa dolorosa fractura del sentido. No hay verdad, no hay moral, no
hay eso que los ingleses llamaban common
sense. Es más bien un país de la mentira, de la locura, de la muerte. Mirar
hacia el liderazgo público dominante es reconocer a una banda de improvisados,
de tahúres, de desalmados, más próximos del insulto que de cualquier otro concepto.
Los valores son pieles arrancadas a los animales más vistosos que todos
pisotean bajo la marcha fúnebre de una soldadesca inconsciente.Una republiqueta nos definiría bien: una mueca, una
imitación, un amago, de los que sólo nos queda la sombra. Calcar algo que
alguna vez fue original, o que alguna vez representó algo. Griterías en los foros
públicos, insultos desde los más altos estrados, torceduras legales ofrecidas
al mejor postor. Por no hablar de circunstancias mayores, como la del fantasma
que sólo reviven los declarantes o como los...
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