Traficantes de la pobreza

El Gobierno ha lanzado una nueva misión. Más bien ha reempaquetado una de las tantas que tiene regadas por allí, con el ánimo de presentar novedades. Por el pa so que vamos y al ritmo que van las cadenas y alocuciones casi una por día, no resulta difícil creer que lleguemos a 50 misiones de las 37 que ya se han inaugurado. Como hemos dicho en otras ocasiones, que esto favorezca o no a la población pobre no lo sabemos. Se carecen de estudios de impacto que den cuenta de tales avances. El Gobierno hace extravagantes asociaciones entre mejoras que no necesariamente tienen que ver con las misiones o que, incluso, podrían ocurrir prescindiendo de ellas. Algunos estudios que han tratado de dimensio nar las bondades de las misiones lo que han demostrado es la poca relación entre lo que se supone deberían ser importantes mejoras en los indicadores sociales que atienden las misiones, si ellas tuvieran impacto. Tras casi 10 años de iniciadas, no se aprecian variaciones significativas en los indicadores que debían haber cambiado. La reducción de la tasa de analfabetismo una de las mentiras más repetidamente dichas por la propaganda oficial y fácilmente desmentida con las propias cifras gubernamentales, la caída más que tendencial de la tasa de mortalidad infantil y materna, el aumento del éxito escolar expresado en mejoras de la prosecución escolar o los años promedios de escolaridad. Ni qué hablar de la invariabilidad de las características y composición del empleo, el déficit de viviendas y la dotación de infraestructura urbana. Esto último, origen de más de 70% de las protestas y acciones comunitarias en las que participa la población. La nueva misión hace gala de una práctica de po lítica social bastante común en el continente y a la que esta administración...

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