Traidores que traducen

El mundo editorial siempre ha sido un laberinto. Lo fue cuando el plomo era la sustancia que permitía el milagro y lo es ahora cuando todos aquellos procesos, máquinas, saberes y cuasimedievales tradiciones fueron incluidos en las caprichosas computadoras, u ordenadores como las llaman los íberos, las cuales mantienen vivos a los utilísimos duendes del taller, que desde los tiempos de Gutenberg han sido los pagapeos de los errores que salen impresos y que siempre son lamentables. Ningún gazapo, por pequeño que sea, pasa inadvertido. Al contrario de lo que se podría suponer por los fulgurosos avances tecnológicos, los textos, impresos sobre soportes físicos como el papel, o digitalizados, para ser leídos en los muchos equipos que ahora ofrece el mercado, tienen ahora más posibilidades de contener errores, como si los duendecillos tuvieran más tiempo y libertad para cometer sus travesuras y estropicios. El aserto no es consecuencia directa de la lectura de algún remitido gubernamental, los decretos y resoluciones publicados en la Gaceta Oficial, los subtítulos de VTV o de las películas habladas en otros idiomas, en los que la temporada de Sembrina es un yerro de poca monta, al igual que dieziocho y vigesimonobeno. Es peor. Gay Talese, maestro de la cró nica y uno de los fundadores del Nuevo Periodismo, un movimiento que se caracteriza por utilizar formas de la literatura para...

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