Triple play

No son los jugadores. Tampoco el bate o el guante. El verdadero protagonista del juego es la pelota. Sin ella, perderían su razón de ser. Qué atraparían con sus guantes y qué golpearían con su bate, los peloteros. Ni qué agregar al influjo que ejerce la esfera de cuero blanco cocida con 108 puntadas, sobre quienes siguen la acción desde las tribunas. Una vieja recomendación sugiere que la pelota, y solo la pelota, controla el juego. Los jugadores deberán jugar, no contra ellos mismos, sino contra la pelota. El béisbol es un deporte que se juega en términos de dónde está la bola en determinados momentos, y dónde no está en otros determinados momentos. La pelota tampoco puede ser interferida con patadas o rebotes, debe ser jugada. Tampoco pueden los peloteros a la defensiva o a la ofensiva, ser interferidos mientras ellos van hacia ella. Esta interacción entre pelota y jugador, le da al juego una magia extraña. Quizás allí está el origen de Lucía: la pelota que soñaba con llegar al Salón de la Fama, un texto escrito por Mari Montes. No deja de ser una pretensión de parte nuestra con cierto fundamento, pero en realidad estamos frente a un relato que desde siempre fue escrito pensando en los niños. Pretendo decirle a los niños, que si bien ganar puede ser importante, más lo es tratar de ser una buena persona. Tratar de ser feliz, dice Mari, autora de Por la Goma y 2005 el año de Guillén, narraciones don de igualmente el béisbol es fuente de inspiración. La historia de Lucía se inicia en fábrica de pelotas en Turrialba, una población de Costa Rica, poco antes del inicio de la temporada de 1998 en las grandes ligas. Allí, Álvaro, quien forma parte del equipo de trabajadores que confeccionan las esféricas, llega una mañana con la intención de fabricar una especial, que fuese la heroína de un instante inolvidable. La creencia que tenemos sobre el rol decisivo...

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