Paramahansa Yogananda: ¿el último Gurú?

En 1999, Harper y Collins le solicitó a un grupo de expertos la lista de los 100 títulos más significativos del siglo XX en el orden espiritual. Por supuesto, Autobiografía de un yogui, publicado por pri mera vez en 1946 y revisado por su autor en 1951, ocupó un lugar preponderante. Desde su edición príncipe el número de ediciones de la obra es ya incontable y la traducción a otras lenguas pasa de veinte. No exagero un ápice al afirmar que representa un fenómeno. Ningún otro libro de esta naturaleza, después de sesenta años de publicado, se mantiene en la lista de los más vendidos. Por qué será. Yogananda nació el 5 de enero de 1893 en Gorakhpur, noreste de India, con el nombre de Mukunda Lal Ghosh y falleció en Los Ángeles el 7 de marzo de 1952. Daba un discurso en un banquete en honor al Embajador de India en los Estados Unidos y de pronto se detuvo, pronunció un poema de su autoría en recuerdo de la India y se desplomó. A esto se le denomina mahasa madhi, es decir, la voluntad de un yogui de abandonar su cuerpo y elevarse hacia otras latitudes, de manera absolutamente voluntaria y consciente. Desde días antes Yogananda sabía que iba a morir, y así se lo hizo saber a sus más allegados. Su cadáver permaneció inco rrupto, intacto, como si estuviera vivo, hasta el 27 de marzo, cuando se colocó la lápida en el cementerio. Más que el relato pormenori zado de alguien con el ego hirsuto, Yogananda se esmera en su autobiografía en referir las vidas y obras de los santos que conoció en India y en occidente, así como su experiencia con ellos. Él mismo se reconocía como parte de un linaje de gurúes que, en su línea de Swami, se inició con Babaji, continuó con Lahiri Mahasaya, siguió con su maestro Sri Yukteswar y se prolongó con él. Fue indicación expresa de su gurú que se mudara a occidente a difundir el Kriya Yoga en los Estados Unidos. Por eso se establece a partir de 1920 en Los Ángeles, donde funda el Ashram y la organización Self Realiza tion Fellowship, espacios que lo han sobrevivido hasta nuestros días, cuando su discípula predilecta, Sri Daya Mata, lo sucedió en la administración. Esta mujer, norteamericana y originalmente llamada Faye, ha sido fundamental para la continuación de la obra yoganandiana. A éste, por cierto, se le tiene con justicia como el introductor del Yoga en occidente. Por supuesto, del físico que se ha propagado entre todo tipo de gente, hasta el mental que lamentablemente no ha cundido igual. Absolutamente monoteísta...

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