El último tiro

Es muy probable que al viajar por tierra tropecemos a la salida de cualquier pueblo in fatuado de ciudad con algún botiquín previsiblemente llamado El Último Tiro, nombre que todo lo dice a quienes procuran one for the road y me tentó para titular esta entrega de hoy, 29 de noviembre, natalicio de Andrés Bello y, por supuesto, día del escritor ¿cuándo será el del lector, porque tan tabernaria denominación tiene algo de as bajo la manga y podría ser interpretada como recurso postrero para lograr un fin en concreto cuando se han agotado todos los medios.Aunque son muchos los epi sodios que se cuentan sobre lecciones aprendidas al caletre por estudiantes de farol, café y silla de extensión que pasaban las noches en vela pergeñando chuletas ilegibles y tratando de memorizar respuestas a las que, presumiendo conocer las intenciones del profesor, estimaban preguntas impepinables, recuerdo uno que, casualmente, se relaciona con ese preceptor de Simón Antonio de la Santísima Trinidad que de aquí salió, en 1810, para no regresar jamás.Precisa la anécdota que un aspirante a bachiller con dotes de fabulador habría apostado por que en un examen de historia le interrogarían sobre la misión, integrada por Bolívar, López Méndez y Bello, que viajó a Londres en busca de apoyo británico para la causa emancipadora. Y así fue: se le pidió explayarse sobre las andanzas del gramá tico una vez finiquitadas las diligencias diplomáticas. De inmediato, nuestro estudiante espetó: Dando los trámites por cumplidos y en vista de los inconvenientes, Bello decidió... y hasta ahí llegó, pues, el profesor lo paró en seco para preguntarle a qué trámites e inconvenientes aludía, interrupción que enmudeció a nuestro tarambana quien apenas pudo recordar la deplorable petición del grande y polifacético humanista caraqueño para que la corona española le perdonase sus devaneos independentistas, mas no se atrevió a desembucharla: por temor a que el docente montara en cólera y lo sancionara con algo más que una mala nota, no disparó su último tiro.No quisiéramos errar el que nos corresponde antes de que el CNE imponga el acostumbrado voto de silencio a objeto de que, el domingo próximo, no hagamos públicas nuestras preferencias. Podríamos preguntarnos cuáles son las intenciones del árbitro al adoptar medidas como esta sin que encontremos respuestas carentes de suspicacia. Se sabe, desde siempre, que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno; y, si la intención es...

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