Unasur y la Doctrina Betancourt

La Unión de Repúblicas Suramericanas descartó desde sus orígenes los protocolos de mocráticos que todas las otras organizaciones regionales consideraron vitales. Pareció imponerse un oscuro consenso entre quienes más influyen en el proceso. La OEA, la CAN, el Mercosur, no eludieron el compromiso con la democracia proveniente de la soberanía popular. Mercosur, como en aquel momento lo atestiguaron sus fundadores Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, fue posible porque los países dejaron atrás sus dictaduras militares. Recuperada la democracia, la integración fue reconocida como una prioridad de la región. Constituido Mercosur, poco después aprobaron el Protocolo de Ushuaia para preservar el compromiso democrático. De modo que en el esquema integracionista del Sur, los golpes de Estado no tendrían espacio. A pesar de que en la constitución de Unasur los países de la región, Brasil en especial, tuvieron gran influencia, la cláusula o protocolo democrático no fue considerado necesario. Una extraña omisión que nadie se ha tomado el trabajo de explicar; quizás por exceso de optimismo, la democracia estaba garantizada, o por otra razón inconfesable. En Ecuador, el país del presi dente pro-témpore, se produjo un curioso intento o escaramuza de golpe de Estado por unos policías que reclamaban privilegios salariales de menor cuantía. Un golpe de Estado sin las fuerzas armadas era algo muy peculiar. Pero, aceptando que el folklore aún rige nuestras sociedades, la comunidad dio credibilidad a la inverosímil aventura de los guardianes del orden público. Los presidentes suramericanos se movilizaron y, en pocas horas, desde Buenos Aires, respaldaron al presidente Rafael Correa. Entonces pensaron que, en efecto, Unasur necesitaba el protocolo. La decisión de apro barlo fue remitida a la Cumbre de Georgetown que acaba de celebrarse. Allí fueron condenados los golpes de Estado: se suspenderán las relaciones, se cerrarán las fronteras, se aislará automáticamente al país que tenga el infortunio de padecer un golpe de Estado. Fue lo que Venezuela se había propuesto, con relativo éxito, en los años sesenta. Fue lo que se conoció como Doctrina Betancourt. Cuando Venezuela recuperó la democracia en 1958 y poco después se constituyó el régimen constitucional, el país era una isla en la región del Caribe. Reinaban entonces los más terribles sátrapas de la historia de este mundo. Sus nombres todavía aterran: el general antes sargento Anastasio Somoza, de Nicaragua...

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