Nos untamos al abuelo

Voy a contarles una historia. Ocurrió el año pasado. Y por asombrosa que pueda pa recer, es cierta.IOrganizamos un paseo para subir el cerro Ávila. Mi hermano Mario, quien es excursionista, dijo haber descubierto un pozo con una bellísima cascada. Según él, son aguas cristalinas que poseen sales minerales muy beneficiosas para la piel, pues en ese sitio existe una especie de termas volcánicas. Particularmente, estaba convencido de que un pozo de termas volcánicas en el Ávila era poco probable, pero qué importa, el paseo es tan bello que nos aventuramos en la excursión.Mi amigo Félix, el gallego, y Celina, la esposa de mi hermano, prepararon un delicioso picnic. Tras cinco horas de arduo camino escuchamos el refrescante concierto del agua al caer desde lo alto. Allí estaba. Frente a nuestros ojos. Parecía una escenografía de Disney World: nos maravillamos ante una enorme y hermosa cascada de agua traslúcida que golpeaba con fuerza un pozo oscuro. Con razón dicen que estas aguas son curativas.Solo mirar esta maravilla cura el espíritu.Conseguimos un claro entre el agua y la tierra y extendimos un mantel de cuadritos traído para la ocasión. Nos pusimos los trajes de baño y comenzamos a disfrutar de aquella delicia.II Habrían transcurrido como dos horas, cuando nos dimos cuenta de un polvillo grisáceo que flotaba cerca de la cascada.Celina, gritó emocionada: --¡Mariooo...! ¡Qué...

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