Uribe y Santos: una herencia incómoda

Algunos ya dan por descontado que Juan Manuel Santos ocupará su cartera presidencial por dos periodos consecutivos. Dicen que tiene en sus manos las mejores cartas. Son muchos igualmente los que han emprendido una batalla denodada en contra de Álvaro Uribe que, en sana justicia, fue el que logro el viento de cola que hoy sopla a favor de su hierático sucesor. Lo tildan de camorrero, mientras Santos mira de reojo sus cartas y hace su apuesta sereno. Se sabe superior, ignora al iracundo y así le da una doble lección, no sólo de paz, sino también de elegancia. Así escribe Héctor Abad, columnista de El Espectador. Hasta ahora sólo un elemento lo distingue de Uribe: el estilo. Las metas y objetivos que se trazó el Presidente que acaba de cumplir un cuarto de su mandato son herencia de su predecesor. Al igual que a Lula Da Silva lo acompañó en su gesta el impulso que le dejó Fernando Henrique Cardoso, la de Santos tiene el sello de las riendas de Álvaro Uribe, las que el mismo Santos le ayudó a sujetar en los campos de la seguridad y económico. Santos arrancó con buen pie su gestión cuando en su toma de posesión puso un inequívoco acento en lo social. Pero una cosa es lo que ha dicho y otra lo que ha hecho. Lo social no es lo que le quita realmente el sueño y ese es otro lunar que para desgracia del país comparte con su antecesor. Con ambos la economía se ha fortalecido. pero el crecimiento económico no se encarga de resolver el problema de la pobreza y la desigualdad. Y menos en la Colombia de hoy, donde buena dosis de la bonanza viene dada por el crecimiento de la factura petrolera, la cual es consecuencia de mejores precios en los mercados y mayor producción. El presidente cachaco Santos se olvida, al igual que el paisa Uribe lo hizo, que la holgura económica sólo se traduce en bienestar social si se hace...

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