La utopía para esta década

Cuando imagino el futuro, lo hago pensando en el pasado, por lo menos reciente. Aunque nunca suponiendo que lo que sucedió siempre será mejor que lo que vendrá. No soy romántico ni clasicista. Me considero moderno antes que fashionista. Por eso me causa urticaria ver a mis contemporáneos recreando una y otra vez tiempos remotos, recordando la Caracas que pretendió parecerse a Inglaterra en los ochenta o la que se subordinó a Seattle en los noventa. Lo mismo dicen mis papás sobre los sesenta, la época de oro del pop, o mis primos acerca de los setenta, debatiendo si la música disco era más de pinga que el rock sinfónico o el heavy metal. Ya ni veo a mis compañeros de la secundaria, porque las últimas veces que los frecuenté lo único que nos linkeaba era lo que vivimos. No podía soportar escuchar las sempiternas anécdotas, era como encarnar a Bill Murray en El día de la marmota. Entonces empecé a preocuparme, pues me di cuenta de que me había convertido en un intolerante, casi de la misma manera que los demás no podían entender mi apertura. Esa misma diatriba sucede con los chamos sub 23. Seguramente también para ellos sufro de Peter Punk, y todo lo que forma parte de mi generación es anacrónico. Como ejercicio, el registro audiovisual Caracas, ciudad de despedidas de Ivanna Chávez y Javier Pita pone al descubierto la opinión y los intereses de un apéndice de la juventud capitalina actual. Al verlo, me vino a la mente el documen tal Zoológico de Fernando Venturini, que este año alcanza las dos décadas de su estreno y en el que una progenie de adolescentes reflexiona sobre lo que era para ella vivir en la principal megalópolis venezolana, aunque desde una...

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