¡Ñeque, que se vaya el ñeque!

Tanto se ha empeñado en copiar, succionar, apoderarse de la gloria de Bolívar que a nadie de be extrañar que se haya llevado y no devuelto algo más que la espada del Libertador. Allá, en su triste habitación sombría / de un cirio fúnebre a la llama incierta / sentó a su lado la osamenta fría Carlos Borges, sacerdote venezolano, 1867-1932. De un autócrata puede espe rarse cualquier tipo de psicosis, las propias de un sepulturero y las de un exhumador. Francisco Franco, más que autócrata, dictador, y más que dictador, déspota alguien recogió las 100 mayores ofensas en todos los idiomas y todas ellas las merecía el autonombrado caudillo de España por la gracia de Dios, dormía con el brazo incorrupto de santa Teresita de Jesús o de Ávila o eso creía. Pocos conocen la habitación del autócrata endógeno y ninguno de los pocos dirá nada de lo que ha visto. ¡Ñeque, que se vaya el ñeque / güije, que se vaya el güije! Nicolás Guillén, 19021989. Quién sabe qué aquelarrescos pucheros de humos, cenizas, rayos, truenos y centellas habrán cocido allí los babalaos cubanos... El fracaso del sepulturero-ex humador, y el de sus raros, terroríficos, extravagantes asesores, puede explicarse, sintetizarse y finalmente calificarse en una palabra, o tres para escoger una: derroche a todo nivel, latrocinio generalizado...

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