Una venezolana pone en forma a Nueva York

Nueve de la mañana de un viernes y a las calles del SoHo en Nueva York les falta gente. Es el momento perfecto

para supervisar la luz del sol que tenemos a nuestras espaldas y que nos deja mirar mejor a Manhattan. El SoHo es el hijo desfachatado de la

isla, aquel que renunció a la imposición de una fructífera carrera con oficina en Wall Street o sus alrededores,

y en cambio decidió alejarse a un rincón del oeste, más cerca del río, para emprender un proyecto ajeno

a lo establecido. Alexandra Bonetti Pérez (Caracas, 1986) tenía una prometedora carrera en el área financiera,

hasta que un día se levantó convencida de que sus años más productivos no recorrían el camino

de la felicidad absoluta.

La idea de mamá. Vale decir que sus pestañas la preceden. “Yo me vine a estudiar a Philadelphia a los 17 años”. Luego se trazó los

destinos Holanda, Canadá e Inglaterra por su trabajo dentro de una empresa consultora en Estados Unidos,que finalmente la radicó en Nueva York. “Siempre fui

fanática del ejercicio, siempre lo he hecho por divertirme. Mi mamá compraba los VHS con entrenamientos de

Cindy Crawford y se ponía a practicar en la sala, yo chiquita lo hacía con ella. Luego en mi adolescencia hice todos los deportes posibles. Siempre he

estado ejercitándome de una manera u otra. Cuando viajaba, mi única cosa constante que me ayudaba a sentirme

como un ser humano era el deporte, porque tenía unos horarios laborales absurdos.

Cuando me instalé en Nueva York empecé a hacer todo tipo de clases”.

Todas las disciplinas le gustaban, pero no había nada con lo que terminara de alcanzar un clímax deportivo. “Al mismo tiempo mi curva

de aprendizaje se estancó en el trabajo. Ya no me sentía igual de motivada. Estaba cansada de aquello”. Luego de cuatro años con el abdomen puesto frente a

un escritorio y en mitad de unas vacaciones familiares, pidió el consejo de su madre y a la pregunta de “¿qué te gusta hacer?”, la hija contestó: “Me gusta Excel y el

ejercicio. Siento que esas son las únicas cosas en las que soy buena”. Y las madres, senseis orgánicas de lo que más aman, en su caso le dijo: “¿Por qué no abres

un negocio de ejercicios?”. Esa noche Alexandra no concilió el sueño.

Bonanza de salud. Con la certeza de su plan, que pintaba muy bien en las barras de cálculo, su familia y los ahorros apostaron por la idea de construir en 2011

un pequeño gimnasio con todas las disciplinas que ella había probado, pero agregando ese algo que sentía ausente. “En nuestros...

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