Venezolanos responden con creatividad a la crisis

El sábado 2 de julio, por primera vez en 24 años, no se sirvió desayuno en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos. La noticia fue difundida vía redes sociales y en pocas horas se evidenció cómo con donaciones de harina de maíz, canillas de pan, sobres de alimento concentrado o frutas, pudo aliviarse la carencia alimenticia de al menos 117 pacientes, 40 de sus madres y 30 trabajadoras del área de la cocina.Dice el refrán que un solo palo no hace montaña, pero en la actualidad de Venezuela hasta los refranes adquieren otro cariz. La sociedad, aun sin comprenderlo a plenitud, atestigua un cambio: desde lo individual surgen respuestas ante la crisis que luego son replicadas en colectivo.Es el caso de Rosaana Gil y de David Akinin. La primera vive en El Cigarral y el sábado 2 de julio se encontraba en su casa, junto a su familia, leyendo Twitter y descansando.Apenas supo que los niños con graves diagnósticos no tenían qué comer, decidió compartir algo de su despensa con ellos.Antes de irse al hospital transmitió la información en un chat. Minutos después, muchos de sus vecinos le dijeron que querían colaborar. A su regreso hubo más apoyo: Mostré las fotos de la cocina del hospital, que estaba vacía, y esa misma noche me trajeron 16 envases de Enterex Kids, único alimento que puede comer una de las pacientes. Otra señora me trajo 10 compotas, una panadería me donó 35 canillas. Es decir, en menos de 24 horas la gente se hizo solidaria. Ahora queremos hacer un centro de acopio los días sábados, en el mercadito de la zona. Tenemos que pensar que hoy es por ellos, pero mañana podemos ser nosotros. Mientras mi familia comía en casa, había niños que se iban a acostar sin nada en la barriga, reflexiona Gil.David Akinin, chef y creador del Grupo Ara, se enteró hace más de 15 días de que la comida que le estaban dando a los niños llegaba, además de dañada, con excremento de rata, trozos de chiripa y pedazos de baldosa. Supo que dejaron de pagarle al proveedor de los alimentos en el J. M. de los Ríos, y su empresa se fue a la quie bra. De allí que las autoridades del hospital resolvieran tapar la gotera con comida proveniente del Hospital Vargas.Resolvió plantearle a su ami go Francisco Abenante, socio del restaurante Casa Bistró de Los Palos Grandes, coci narles a los más pequeñitos.Todo comenzó con una sopa bien sustanciosa de pescado, pollo, carne y mucha verdura. Al principio la sufragaron entre ambos. Luego, admite, que sintió temor al pensar que no...

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