Para ver y ser visto: En el principio de Diane Arbus en el Malba

Recién inaugurada en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires Malba, la primera exposición en Argentina de la célebre fotógrafa de los freaks neoyorkina, Diane Arbus 1923-1971, sorprende por lo breve y por lo directa. Si su epíteto sugiere acaso una suerte de Tod Browning de la fotografía, es decir, la cultora de una estética de lo monstruoso, esta muestra de su material producido entre los años 1956 y 1962, concebida por el curador en jefe de fotografía del Metropolitan Museum of Art, Jeff Rosenheim, insiste más bien en su afán de cercanía con los sujetos fotografiados, alejándose del documentalismo propio de otros fotógrafos de su época. Se sabe de Walker Evans o Helen Levitt, por ejemplo, que acudían a estrategias de ocultamiento y del disfraz para pasar desapercibidos entre la gente y así captar en su pureza la verdad social de sus retratados; como bien lo explica Rosenheim en su ensayo curatorial al respecto, Arbus prefirió el franco encuentro con el otro, más interesada en vislumbrar su subjetividad irrepetible que el segmento social que pudiera representar, lo cual la empujó a considerar la calle como un lugar lleno de secretos que esperaban ser desentrañados. Y la muestra, expuesta hasta los inicios de octubre, es un fiel reflejo de esa poética.Dos instantes reconocibles la com ponen. El primero contiene retratos callejeros, más espontáneos si se quiere, que recuerdan al momento decisivo de Cartier-Bresson; con la notoria salvedad de que Arbus no parece interesada en la narrativa visual de lo enmarcado en el lente, sino en propiciar la confrontación entre la cámara y los retratados. Son pocas las fotografías en que estos no devuelven a la artista la mirada y por lo tanto, también, al espectador, en apariencia conscientes del robo de luz al que la artista los somete, pero incapaces de reaccionar a tiempo para impedirlo. Arbus parece interesada en ese leve gesto de reconocimiento, demasiado fugaz para devenir en una pose o en cualquier otra forma de defensa.Habría tras ello la aparición de una verdad interior irrepetible, que arrebata a los fotografiados de su entorno por unos instantes, como en esos cuadros religiosos en que el hombre santo yace imperturbado por sus propios padeceres. Lo divino en las cosas cotidianas, en palabras textuales de la fotógrafa.Puede leerse en la obra de Arbus una cierta denuncia del artificio, una ruptura casi brechtiana con el misterio de la realidad representada, que se logra a partir de mirar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR