El verbo insepulto

Si la patria verdadera es la lengua como ha dicho más de un escritor entonces ser extranjero implica comunicarse en un código otro, ajeno a la nación del hablante de la comunidad.Tal es el caso del poeta, sea cual sea el país y la lengua a la que normalmente se le adscriba. El habla no es la propia y el bardo está condenado a deambular por las fronteras, a ser el cadáver insepulto que proviene de la blancura de la página. Esta es la certeza que se desprende de la lectura de Extranjero Caracas 2010, Bogotá 2012, el libro más logrado de Adalber Salas H. Caracas, 1987.Cuando se recorre paradig máticamente este libro, observamos que está atravesado por una serie de signos que, a fin de cuentas, vienen a coincidir en el símbolo de la extrañeza: el espejo y sus reflejos, la noche y sus sombras, el padre como doble e imagen originaria, la escritura y sus alcances, el movimiento consciente y el gesto involuntario, la esencia y la apariencia. Las imágenes, replicadas en el verbo, se perfilan ante los ojos atónitos del lector que se reconoce en el otro, aún siendo ajeno a la experiencia genésica que les da forma a tales representaciones.Dividido en once partes, so lo identificadas con epígrafes conductores de o dialogadores con los textos que las componen, sesenta y ocho poemas dan cuenta de una interrogación profunda que enfrenta dos rostros: el del texto...

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