Una verdad de a puño

Remontarse a la historia y deshilvanar el macabro hilo conductor que desem barca en la política pública denominada Ley de Restitución de Tierras, ha sido un trabajo minucioso y puntual que he adelantado en estos tres años desde el Congreso de la República y cuyas conclusiones apenas empiezan a develarse, con las recientes investigaciones de falsos reclamantes de tierra por parte de la Fiscalía General de la Nación.En todo este tiempo he venido mostrando pruebas, tomando como fuente la misma información que brinda el Estado, de las compraventas de tierras derivadas de la política pública agraria desarrollada durante los años 60 y 80, que pretendió remediar la lógica de la necesidad de la redistribución de la tierra.A finales de los años 60 y prin cipios de los 70, el Estado, influenciado por las políticas de la Cepal, compró 250.000 hectáreas de tierra a sus legítimos propietarios para ser divididas y adjudicadas a campesinos.Posteriormente, entre el año 87 y 94, el Estado compró 650.0000 hectáreas invadidas a sus legítimos propietarios por frentes populares del ELN y EPL especialmente, a precios muy inferiores a su verdadero valor; las dividió y adjudicó a través del Incora a los mismos invasores, a quienes además les otorgó un crédito de la Caja Agraria. Convirtiéndose entonces los nuevos propietarios en beneficiarios de un despojo.La política agraria en Colom bia estaba ya orientada, ma quiavélicamente, con una mentalidad revolucionaria oculta.Sin vocación agrícola y sin poder pagar el crédito, 95% de aquellos nuevos propietarios beneficiarios del despojo solicitaron a la Junta Directiva del Incora permiso para la cesión del título adjudicado como premio a sus invasiones. De esta forma, muchos campesinos con real vocación agrícola compraron a los invasores sus parcelas, con el debido aval del Estado y muchas veces en medio de la violencia.Esa historia, cuyo protagonis ta es el extinto Incora, es la que oculta la Unidad de Restitución de Tierras, porque ella explica la verdad de lo sucedido a los propietarios originales invadidos, desplazados y despojados; las adjudicaciones de esas fi ncas divididas en parcelas a los invasores y las posteriores ventas de estas parcelas a cam pesinos -estos sí con vocación agrícolaque hoy, luego de años de gozar de su legítima propiedad, están siendo despojados para beneficiar de nuevo a los despojadores originales, otrora premiados...

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