Estado versus sociedad

La imagen nacional que flota después de los comicios del 26-S pareciera ser la de un Es tado todopoderoso, con pleno dominio de las instituciones y las reglas de juego, que sin embargo no termina de doblegar a una sociedad que mayoritariamente, aunque por escaso margen, lo rechaza. Si a ello sumamos que esa sociedad que se ha pronunciado en contra es la sociedad no dependiente, es decir, la sociedad productiva, académica, instruida, el peso de la decisión es todavía mayor.

Que el Estado que hoy res ponde a una sola voz o mandato, cuyos poderes Judicial, Electoral o Legislativo son subalternos, no pueda sumar para sí, al cabo de una década, a la mayoría de la población, da cuenta de la más importante resistencia política que tenemos ante el llamado modelo único de interpretación de nuestra realidad histórica.

Si algo ha fallado en el cálculo de las autoridades, si algo del modelo no cuenta con la mayoría de la población, es dable pensar que ese desencanto se profundizará en los próximos años, pues es difícil creer que lo que no se ha podido incul car en una década con todo el peso del poder se pueda ahora lograr en apenas dos años.

Sin las arcas repletas de petrodólares que vimos hasta hace poco tiempo, las autoridades no tienen manera de mostrar mejores indicadores en el mar de corruptelas, mala gestión y pobre visión económica que han exhibido hasta ahora.

Es bueno resaltar que esa magnífica resistencia se expresa por la muy canónica y democrática institución del voto, hasta hace pocos años vilipendiada, pero que ahora se impone como un designio colectivo incontestable, que obliga a ajustes y renovaciones.

Quien no quiera ver o reconocer el mandato expresado por la sociedad venezolana ejercerá la ceguera que mucha clase o liderazgo político del pasado reciente ejerció con consecuencias funestas para la salud política del país.

La constitución o expresión de una nueva mayoría numérica condicionará, por lo demás, los años venideros, y...

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