La vida bajo amenaza

H ace una semana El Nacional publicó un reportaje titulado El Amenazómetro, basado en un monitoreo que la Asociación Civil Convite hizo del habitual discurso de las autoridades del régimen.Deja en evidencia el estupendo trabajo que la amenaza es rutina en este país. Es una forma aviesa de preservar el poder.Estar en revolución es estar bajo amenaza.Pregúntese si acaso usted no se siente amenazado.Isabel me cuenta que la pequeña finca de su padre fue invadida por una banda de delincuentes que buscaba enconcharse tras haber cometido un terrible crimen: Ocho tipos rompieron los candados, la puerta y entraron.No es gente que no tiene casa y por eso invade. Son malandros. Malandros con rango de asesinos. Ocuparon sus camas, vaciaron la nevera, apestaron sus baños. El aire se llenó de crack y whisky. Las armas sustituyeron a los floreros y portarretratos. Allí permanecen, en la casa donde Isabel pasó toda su infancia, cada vacación, miles de fines de semana. Más de 40 años de historia familiar barridos por unos delincuentes en menos de una hora.El papá de Isabel está devastado. Él construyó esa casa con sus propias manos. Era su amor más grande. A su alrededor hay pequeñas fincas que pertenecen a gente que ha trabajado durante décadas para lograr su patrimonio. Gente que tiene ahora de vecina a la amenaza.Desde hace dos años esa región del centro del país comenzó a envilecerse.Los pueblos vecinos se tornaron peligrosos. Sus calles son transitadas por bandas criminales que, a la usanza del viejo oeste americano, se pasean con armas al cinto: Cargan las granadas en las manos, como si fueran sus celulares, me comenta Isabel con un tono de ira creciente en la voz. Si por casualidad les matan a un cabecilla, se replican en tres o cuatro. Son interminables. Y trágicamente jóvenes. El líder de la banda no pasa de los 25 años de edad. Todos son unos chamitos. Unos chamitos que asesinan seres humanos, vale aclarar. Gente que ha hecho de la muerte y el secuestro una rutina laboral.Ha sido un suplicio, acota Isabel. Su papá se siente perdido. Enfrentarlos es un suicidio. Denunciarlos también. Un familiar le preguntó a un policía qué se podía hacer. Este, al saber de qué banda se trataba, le dijo que mejor se olvidara de su casa. Y agregó: Esa banda es tan grande que hasta tiene gente operando en Panamá.Uno no se plantea la posibilidad de que invadan tu casa y pierdas todo.Uno no cree que eso le va a pasar a uno, dice Isabel. Típico. Siempre pensamos que la...

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