Vida detrás del atril

En la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño, la música comienza puntualmente cada día a las 8:00 de la mañana. A esa hora se congregan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela para ensayar de lunes a viernes hasta el mediodía. Las partituras se desperezan sobre los atriles. Unos cuantos instrumentos salen de sus cajas y son consentidos con pañitos que los pulen para despertarlos. Las clavijas se tensan, las boquillas se ajustan. Los celulares se apagan. El director Ángelo Pagliuca -vestido con una guayabera negra- se sube al podio y baja la batuta. Faltaban dos días para el siguiente concierto de la orquesta sinfónica más antigua de Venezuela, fundada el 24 de junio de 1930 por Vicente Emilio Sojo. Los acordes del ensoñador "Vals del Emperador" de Johann Strauss flotaban entretejidos y se detenían de vez en cuando para afinar detalles. Algunos violinistas, lápiz en mano, hacían garabatos sobre el pentagrama. Pagliuca -de cabello poblado y blanquísimo, y una barba a juego que terminaba de acercarlo al abuelo alpino de Heidi- empuñaba las riendas para que no se desbocaran. "Aquí no tanto. De nuevo", pide a las violas antes de repetir el fragmento. "Aaaahí. Bellissimo", decía rematando la obra con la batuta entre ambas manos para conectar un jonrón invisible. Con variadas edades, la Orquesta Sinfónica de Venezuela se compone de 97 músicos: 16 primeros violines, 13 segundos violines, 12 violas, 10 violonchelos, 8 contrabajos, 4 flautas, 3 oboes, 6 cornos, 1 corno inglés, 4 clarinetes, 4 fagotes, 4 trompetas, 3 trombones, 1 tuba, 1 arpa, 1 piano y 6 percusionistas. Pueden preparar el repertorio de un concierto de dos horas en una semana, con cuatro o cinco ensayos de tres horas cada uno.

Para todos los gustos. En el sótano 1 del Teresa Carreño están las oficinas de la OSV. A un lado, sobrios cubículos; al otro, un par de salas de reuniones. En una de ellas, se apilan sobre la mesa de conferencias varias docenas de bolsas de trajes, confeccionados en una sastrería del centro. Cada músico dispone de cinco uniformes -que se renuevan cada uno o dos años- según la solemnidad del concierto: frac negro, smoking negro, liquiliqui negro, liquiliqui gris y chemise bordada. Las damas eligen entre traje de gala negro, gala de color, negro de cóctel y chemise. Hoy, una chica revisa las etiquetas de los uniformes nuevos para entregarlos a sus dueños. "¿Carlos? Aquí hay muchos Carlos, cuál de todos eres tú?", pregunta ella. "¿Cuál más, pues...

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