La vida de las palabras: el español venezolano en un diccionario

Mi tía Eloína des-confía de los filólogos, antólogos, compiladores, lexicógrafos y bibliógrafos que se dedican única y exclusivamente a anotar y, literalmente, apilar alfabéticamente fichas, palabras, obras, documentos o cualesquiera otras categorías de ítems. Insiste ella en que se trata de un oficio de acumuladores de cadáveres. Y agrega que a veces constituyen tareas poco reflexivas, quizás exigentes de cierta disciplina, pero nada más que eso, escaso cacumen, me argumenta. Hacer eso dice es como llenar las `planas’ que nos hacían escribir las maestras de las viejas escuelas federales: mi mamá ama a Pepe, Pepe ama a mi mamá....Sardónica y burlista siempre ha sido mi parienta. Nunca pude convencerla de que, si bien a veces eso puede corresponder a la verdad, casi nunca es así.Intento explicarle que, por ejemplo, un diccionario es mucho más que un túmulo de palabras o nombres. Y lo es porque, más allá de la mera y muy visible lista de términos definidos o explicados, hay otro mundo, existe un universo de creencias, de cosmovisiones, de ideales y de muchos otros aspectos que el lector poco acucioso puede no percibir, pero que están ahí, frente a sus ojos. Por lo menos un diccionario bien hecho, con responsabilidad profesional, está recubierto de cierta atmósfera vital que invita a su lectura.Posiblemente sea una aberración, pero soy de las personas que puede disfrutar igual de una buena novela, de un libro de crónicas o cuentos y de un buen diccionario. Porque detrás de ellos se puede palpar la vida ética, la valoración social y la guía principista de una comunidad. Un diccionario es un mundo de palabras en cuyas entrañas reposa, casi invisible, pero no inexistente, la médula conceptual de un idioma, o al menos parte de ella. Y un idioma es la columna vertebral de una sociedad en permanente ebullición.Adicionalmente podría decir se que, cualquiera que sea su propósito, un diccionario no contiene siempre todo lo que se nos antoje que allí pueda estar. Será curioso, pero hay voces que en ocasiones no aparecen y una de las causas puede ser sencillamente que su autor, autora o autores, tomaron la decisión de no incluirlas. Usted podría calificar tal acción como una arbitrariedad. Y si así fuere, se trata de una arbitrariedad institucionalmente permisada.Cualquier lexicógrafo de este tiempo está consciente de ello y muy bien podría ripostarle con toda razón que si alguien aspira a que en un glosario o diccionario aparezcan sus palabras o...

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