En vinos, ya no quedan sastres

Ahora que el consumidor anda buscando botellas, al descorchar lo habrá advertido: en el vi no ya no quedan sastres. Solo nos ofrecen fábricas de confección.No es nuevo. El fenómeno ya se dio en otros hábitos urbanos.De las costureras se pasó al prêt à-porter listo para llevar. En los bocados, la prisa sustituyó a mamás y abuelas de millones de estudiantes por neveras. El sabor familiar, lo cambiaron por bolsitas de colores de papel aluminio.La comida chatarra de las mul tinacionales ha uniformado el gusto. Millones de personas en centenares de países comen lo mismo, sabroso.I

La globalización del consumo facilitó los intercambios profesionales, los avances técnicos. Y las trampas. Así hemos llegado hoy a vinos de presencia impecable. Todos parecidos.Uno siente cada vez con más frecuencia que no hay diferencias. La bodega está siendo sustituida por fábricas. Y cuando intenta no ser industrial porque en su origen no lo era, advierte que si quiere sobrevivir debe producir agricultura a la moda.Hoy, hasta las carencias y los ex cesos a lo sumo se producen en la vendimia y en la crianza en madera. Pero no en la elaboración.¿Dónde está entonces la mano del productor, la diferencia que distingue las bodegas? Allí ya no hay sastres ni costureras.La búsqueda del defecto raya con la caza de brujas. Es fruto de la enología hospitalaria: el colmo de la...

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