La visita del profesor Álamo

Fue el año 1911 cuando Francisco de Paula Álamo tuvo la primera oportunidad para poner en limpio las anotaciones sobre sus recorridos científicos por las tierras altas y bajas de la región centro norte del país. La subida al pico Naiguatá y la visión colosal de ese paisaje dejarían honda impresión en este discípulo de Arístides Rojas y Adolfo Ernst: Los que nunca han ascendido a estas alturas no podrán formarse idea de la grandiosidad y belleza de tal espectáculo en estas latitudes. Las formas caprichosas de las nubes, coloreadas por los débiles resplandores del sol que comienza, los valles de la serranía con su blanca mortaja de nieblas, los agudos picachos ostentando las primeras coloraciones con que el astro rey los tiñe, la brisa suave, el aire puro, tales son los encantos, las sorpresas que nos preparan una naturaleza fecunda y riente.Esta primera y entusiasmada impresión, destinada a un artículo para El Cojo Ilustrado en 1894, pasaría a ser descripción poética y telúrica diecisiete años más tarde, así como una síntesis de su credo de divulgador científico, esa encantadora forma de acercarse a la naturaleza que es arte y sistema, romanticismo y ciencia: La estructura roquiza de los dentellados picos que coronan la fila, alternando con las depresiones y quiebras que a manera de pequeños lagos retienen el agua de las lluvias; el enorme desgaste o erosión producido por agentes meteóricos en esas aisladas alturas batidas por los constantes alisios; las ca prichosas formas, casi fantásticas que han modelado con buril ciclópeo en esas mismas rocas de amenazador y sombrío aspecto, el tiempo y el agua, llegando hasta la hiperbólica concepción de la caríe del granito; la variedad, en fin, de una vegetación peculiar y típica, totalmente extraña por su...

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