Vivir hoy con los clásicos

Hace ya varios años me encontré en un velorio con el poeta Juan Sánchez Pe láez. En un momento de nuestra conversación comenzamos a hablar de nuestros estudios de latín en bachillerato y recordamos el manual que fue el mismo a pesar de que habíamos estudiado en liceos localizados en diferentes ciudades del país: él, en Caracas; yo, en Cumaná. Se trata del libro de Hermann Schnitzler, de donde recordamos las declinaciones e hicimos una especie de careo con famosas frases latinas de Cicerón, Tito Livio, Virgilio.Quizá por superstición, de és te nunca he olvidado la expresión: Et duplices tendens ad sidera palmas, esto es, tender hacia el cielo las dos palmas, cuyas palabras pronuncié por primera vez cuando tenía 17 años, parado, recitando versos aprendidos de memoria del comienzo de la Eneida, cuyo héroe sufre los efectos de una espantosa tempestad. Tiritando, suplica, evoca a los suyos que murieron en combate, de una muerte más gloriosa que el ahogamiento. Lamenta no morir luchando y se queja de la suerte oscura que lo amenaza.Fueron educados para morir luchando, no cobardemente.Conviene caminar por la an tigüedad, según un itinerario subjetivo y libre de toda restricción, no para realizar una investigación o un ensayo académico sino para buscar en los antiguos reglas para la vida, para pensar, que nos faltan para afrontar las crisis nacional y universal, la de la humanidad.No se trata de averiguar de qué lado dormía Sócrates, o qué comía Epicuro en el desayuno, o de preguntarle a Séneca como administraba sus economías.Lo que propongo más bien es una aproximación diferente a ciertas experiencias de la existencia, de pensamiento, centrales para los griegos y los romanos. Cada quien, hoy, puede inspirarse para elaborar una agenda personal.Mientras las mutaciones en curso tienden hacia un olvido de las humanidades, los encuentros con la humanidad antigua deberían multiplicarse.Pues estos periplos en el pasado condicionan, en gran parte, nuestro porvenir, los cuales periplos comencé allá en Cumaná, seguí en París con Pierre Aubenque en la Sorbonne, y luego en la Simón Bolívar...

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