Votar en dictadura

No hay dudas sobre la existencia de una dictadura en Venezuela. La aplanadora autocrática se ha impuesto progresivamente, hasta dominar la mayoría de los espacios de la vida pública y muchos de la vida privada. Los poderes del dictador se han extendido a los terrenos que ha necesitado controlar para llegar a una dominación que no existía desde 1958, cuando sucedió el derrocamiento de Pérez Jiménez.Los aspectos que van desde el control político hasta la distribución de la riqueza se han convertido en el monopolio de una sola autoridad o están a punto de ser parte de una cabal hegemonía. La ley ha sido remplazada por la arbitrariedad en la mayoría de las vicisitudes que conciernen al ciudadano para que no existan garantías cuando se reclama justicia y se busca una forma más hospitalaria de vivir.Además, para que no queden dudas sobre su esencia despótica, en situaciones de apremio el régimen ha prodigado acciones de violencia, sangre, vejaciones y muertes que no se ha ocupado de ocultar.Pero estamos solo ante una de las caras de la moneda.Hay una parte de la realidad que debemos retener y reconocer para que la imagen no se refleje en prisma deformado. Existe una tendencia democrática que se ha empeñado en permanecer en medio de terribles privaciones. En no pocas ocasiones la tendencia se ha convertido en movimiento arrollador para sobresalir en el centro de la escena. La dictadura no ha dejado de recibir respuestas, unas mejores que otras, unas más contundentes y otras menos satisfactorias, a través de las cuales se descubre una vigilia cuya influencia en la ciudadanía es fácil de probar. Es un fenómeno de vaivén, algo que camina sobre terreno resbaladizo, pero persiste en su evolución. Ha recibido golpes desde el ascenso de Chávez que la han puesto a dar tumbos y a caer en cama, pero ha levantado cabeza después de la decadencia que condujo al reinado de los bolivarianos, cuando la democracia representativa lucía exhausta caminando hacia el cementerio. Pero no hubo defunción. Lo que fue una ruina hace casi dos décadas ha levantado pilares y paredes. De la decrepitud se pasó al vigor. Una nueva generación la ha alimentado con su savia. No es un edificio sentado en bases firmes, pero su destrucción parece ardua o imposible. ¿Por qué? Debido a que no es obra de la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR