El voto de los engañados e ignorantes vale igual, Marx

No es difícil calcular cuánto tiempo hace que mi ex amigo el cronista no repasa los manualitos de Marta Harnecker y Gabriela Uribe que le aclararon los puntos y las íes en los pocos debates en los que participó como estudiante universitario; muchos de los cuales, para eludir trompicones, resolvía con una salida gracio sa de las muchas que tenía por ser oriental, anzoatiguense, por más señas. Con la carcajada de la concurrencia sus carencias ideológicas eran olvidadas y su sobrevivencia como dirigente estudiantil quedaba garantizada.Sin necesidad de ejercer la pro fesión adquirida, y valido del respaldo de antiguos adversarios, ni respingó cuando le tocó compartir cátedras, posiciones y las alcahueterías contra las que tanto arengó desde su pupi tre de estudiante. En la cátedra era el dueño del conocimiento y los estudiantes de la ignorancia, y encontró maneras de que fuese duradero: jaló, ascendió, jaló más y se alió con quien le garantizó seguir subiendo, en prestigio o en compasión, porque también la hubo por su debilidad.El ascenso fue emparejado con premios de concursos en los que pocos participaban, siempre era mejor para los patrocinantes que se lo ganara alguien que declararlo desierto. Ya no hizo falta Marx, apenas quedó reducido a una que otra cita nunca confirmada, ni el cuadernito de la editorial Quimantú.Aclimatado en el mundo académico, su nombre apareció siempre entre los abajo firmantes y...

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