William Niño, militante de ciudad

El camino comprensivo que William Niño Araque prefería para acercarse a aquellos temas que le importaban fue siempre el de la belleza. O, para decirlo con el lenguaje de las Ciencias Sociales, era el resultado de una epistemología donde la estética era su categoría fundamental. Esa aproximación le trajo no pocas interpretaciones prejuiciadas. Muchos creyeron adivinar en su manera de explicar a Caracas una suerte de mirada naif que sustituía la situación real de una ciudad víctima del caos urbano, la inseguridad sangrienta y la ingobernabilidad galopante por su visión edulcorada. No es extraño que haya ocurrido así. Porque efectivamente William Niño, el arquitecto, urbanista, crítico de ciudad, curador y editor que se despidió de este mundo el pasado 18 de diciembre, tenía una mirada de Caracas liberada del pesimismo crónico que desde hace muchos años nos secuestra a todos. Pero también de los formalismo académicos o de las exigencias fácticas del urbanismo planificador. La mirada de Niño era particularmente original. Precisamente porque trataba de hacernos comprender, en una especie de sacerdocio de la esperanza, que la ciudad donde vivimos tiene un conjunto de condiciones, tanto naturales como edificadas, que la hacen única, hermosa y digna de ser amada y que, a pesar de su degradación, es un espacio potencialmente transformable en lugar para el goce estético, la convivencia ciudadana democrática y la calidad de vida compartida por todos. O es la moderna o no es Caracas Su primer gran aporte fue ayudar a quitarnos las anteojeras que, en medio de la catástrofe urbanística y social en que se nos fue convirtiendo la ciudad posdemocrática, nos hacían olvidar el privilegiado lugar natural en donde se halla asentada. Reconocernos en la transparencia de sus cielos; la brisa con lejano acento marino que la acaricia desde el abra de Petare; la inmensa y hermosa muralla de protección natural siempre cambiante de colores que constituye El Ávila; las bandadas de pericos y guacamayas que atraviesan el cielo de su valle alegrándonos las tardes; la bendición que significa habitar un lugar en donde nunca hay frío extremo ni calor infernal, fue una obsesión permanente en sus escritos, conferencias y declaraciones. Pero no nos confunda mos. Nuestro amigo nunca se hizo eco de la vieja tradición de poetas y cronistas que por siglos sucesivos han admirado a Caracas sólo por sus bellezas naturales. Aquellos románticos entusiastas que en siglos distintos la adjetivaron con frases como la ciudad...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR