¿Qué pasa en Venezuela?

El pasado primero de febrero, al referirse a las manifestaciones populares que se sucedían a diario en Egipto, Barack Obama señaló: En los últimos días, la pasión y la dignidad que han demostrado los ciudadanos en Egipto ha sido una inspiración para todos los pueblos del mundo. Y así ha sido en verdad. No sólo porque Mubarak tuvo que abandonar el poder en la oscuridad de la noche, tal como cuatro semanas antes había hecho su homólogo tunecino, sino que en Argelia, en Yemen, en Bahréin y hasta en Libia, estos ejemplos han servido para estimular a los pueblos árabes a protagonizar manifestaciones masivas que ya se extienden desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico. Ahora bien, ¿por qué no en Venezuela? ¿Por qué esta lucha por la libertad que anuncia cambios políticos profundos e indetenibles en el norte de África y en el Medio Oriente, no ha ejercido ninguna influencia en Venezuela? ¿Acaso no les sobran a los venezolanos razones para sentir en toda su magnífica intensidad la inspiración del ejemplo africano, sobre todo si tenemos en cuenta que el proceso de destrucción sistemática de la democracia en todos los frentes no ha dejado de avanzar inexorablemente desde mediados del año 2003? A la vista de esta realidad irrefutable, cabe otra pregunta: ¿Qué ocurre realmente en Venezuela? O más bien, ¿qué les pasa a los venezolanos? En su época de encantador de serpientes, Hugo Chávez gobernaba a fuerza de desmesura, sustos y sobresaltos. Primero siguiendo los consejos neofascistas de Norberto Ceresole, después justificándose en el romanticismo tremendista de Víctor Hugo en Los Miserables, en muchas ocasiones recurriendo a Antonio Gramsci, a quien ciertamente no había leído, para repetir a cada paso del proceso que vivíamos la dramática transición de un mundo que se resistía a morir a otro que no acababa de nacer. Pamplinas, por supuesto. Días de falsa excitación revolucionaria, de turbulencias que no conducían a Venezuela a ninguna parte, de acciones terroríficas y sin sentido que nos hacían despertar cada mañana a una nueva perturbación política y existencial. Largos meses de sobrevivir en medio de la vorágine más desordenada, en una auténtica loca carrera hacia la nada, cuyo desenlace fueron las grandes confrontaciones callejeras que desembocaron en el traspié histórico del 11 de abril y en el mediatizado paro petrolero de diciembre 2002-enero 2003. Desde...

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