La idea de totalidad en Kant como fundamento del progreso cognoscitivo

AutorMaría Isabel Lafuente Guantes
CargoDepartamento de Filosofía y Ciencias de la Educación Universidad de León. España dfcmlg@unileon.es
Introducción

Considerar hoy la idea de totalidad cuando ya todo el pensamiento post-moderno, siguiendo las ideas de Adorno, se ha erigido en su crítico, puede parecer algo extraño e incluso fuera de lugar. Y, sin embargo, creo que es cuando más falta hace considerarla en tanto que en las ciencias se muestra que su conceptuación es absolutamente necesaria dado que es la forma en que se producen sus resultados positivos. Lo dicho encuentra corroboración en las afirmaciones de G. Bueno de que la idea de todo es imprescindible a la hora de realizar un análisis gnoseológico, dado que esta idea:

“…está presente, casi de modo ubicuo y, además, esencial (no meramente ocasional u oblicuo) en las más diversas ciencias y no hay una sola ciencia que no lleve embebidas, en sus procedimientos, las ideas holóticas” (Bueno, 1993-2: 129).

Este autor explora la producción de las construcciones holóticas en diversas ciencias, mostrando sin ningún género de duda su importancia e interés.

Por otra parte la negativa postmoderna a aceptar la idea de todo no pasa de ser una postura meramente especulativa, ya que en el ejercicio se muestra que se está contando con ella. Un ejemplo claro puede encontrarse en la consideración de la organización social vista desde la idea de diferencia que realiza I. Young 1, quien claramente considera la sociedad como una totalidad atributiva, siguiendo la terminología de G. Bueno.

Pero en este artículo no vamos a seguir las consideraciones que este autor hace de la idea de totalidad, aunque las usamos como marco para entender el problema, sino a seguir el planteamiento kantiano ante todo por el interés que ofrece al entender que esta idea nos proporciona los términos necesarios para lograr un contexto de descubrimiento que haga posible el avance del conocimiento. Kant entendió que ésta era propiamente la tarea de la razón.

1. Los dos dominios kantianos de la idea de totalidad

Kant supuso que toda idea podía ser pensada como totalidad, y que los dos términos relativamente a los que esto es posible son: Mundo y Naturaleza. Ambos nos proporcionan las dos direcciones en que puede pensarse de forma transcendental, y no transcendente, una idea: como totalidad matemática y como totalidad dinámica. Esta última exige considerar el problema de práctico y el de la finalidad.

La forma en que Kant entendió estos términos es la siguiente: Mundo significa el todo matemático de los fenómenos. Naturaleza significa el todo dinámico de los fenómenos (Cfr. Kant, (1956), A-418, B-446: 390).

Por tanto, vamos a considerar que la idea de todo tiene dos dominios y que, por ello, toda idea se puede hallar determinada según dos direcciones matemática y dinámica.

La forma de conocimiento de los dos dominios es el discursivo, pues sus objetos no son representados en la intuición, sino en el discurso mismo. El conocimiento discursivo pretende mostrar la relación entre la idea y sus condiciones que puede permitir dar cuenta del ámbito de ejercicio de nuestra razón y de la imposibilidad de pensar la idea como subsistente.

El dominio matemático vamos a considerarlo someramente, pero vamos a hacer hincapié en el dominio dinámico, que es el que requiere la consideración del problema práctico y de la finalidad.

2. El mundo primer dominio de la idea de totalidad

Hablar de mundo supone entender sobre la consideración matemática de los fenómenos. La forma que en este contexto adquiere la idea de totalidad nos permite entenderla, siguiendo la terminología de G. Bueno, como una totalidad hecha 2, veámoslo.

Dos ideas son necesarias para hablar de éste dominio como todo:

  1. La absoluta completud en la composición del conjunto de todos los fenómenos.

  2. La absoluta completud de la división de un conjunto dado en la esfera del fenómeno.

Ambas son las dos formas límite que nos permiten pensar un todo sensible; son, por tanto, los dos principios de la razón a priori que limitan el campo de su uso posible.

La primera, la idea de composición, nos proporciona una regla: no dejar jamás de extender el posible uso empírico de nuestro entendimiento. Nos proporciona también el conocimiento del ámbito de ejercicio y razón, que viene dado por: la indeterminación de toda composición sensible.

La segunda, la idea de división, expresa el límite de la razón, que viene dado por la regla que enuncia la posibilidad de continuidad en la división de todo fenómeno, pensada como la posibilidad de continuidad de la acción. Por ello, Kant puede afirmar que un cuerpo es divisible al infinito sin tener un número infinito de partes.

Es necesario aclarar que todo depende de lo que entendamos por partes. Kant parece referirse, en el último caso, a partes que conservan la forma del todo; pero existe otro tipo de partes que muestran al todo simplemente como agregado, como amontonamiento, estas partes que no permiten conexión alguna las contempla Kant como posibles ad infinitud 3. Su concepción de la división y de las partes, lleva a Kant a rechazar la idea de Leibniz de un cuerpo articulado in infinitum, pues obliga a pensar un cuerpo dividido en infinitas partes previamente a división alguna, lo que para nuestro autor es contradictorio, dado que permite pensar el todo como acabado y como inacabado al mismo tiempo.

En el caso de la división, Kant señala el mínimo exigido por las condiciones del sujeto para poder considerar posible la experiencia, este es la sustancia fenoménica noción con la que se opone a la concepción sustancialista tradicional que supone que el sujeto ha de subsistir en sus elementos, incluso si se suprime la conexión espacial por la que los elementos constituyen un cuerpo. La noción de sustancia fenoménica no permite entender que la sustancia pueda ser considerada como un absoluto permanente a través de cualquier cambio, simplemente reclama como necesaria para la realización de la experiencia una imagen permanente de la sensibilidad; a ella sólo se opone la nada.

Kant al señalar división y composición como condiciones de un todo matemático, en ningún caso supone que el todo sea independiente y superior a sus condiciones 4. Así la noción de mundo está pensada como dándosenos en función de estas dos condiciones; en otras palabras, mundo es el ámbito en que puede ejercerse nuestra racionalidad como composición y división. Por ello, las dos condiciones suponen el límite efectivo y negativo del valor del conocimiento especulativo dogmático.

La exigencia de las dos condiciones, la regla que nos proporciona la idea de mundo es, simplemente, que se determine la magnitud de aquello que se entiende como un todo que no puede darse sin síntesis empírica, por ello, el conocimiento que la razón promueve, en lo que hace a la determinación de una totalidad matemática, es el constructivo, que consiste en la representación en la intuición pura (espacio-tiempo) de un objeto según un concepto.

Cumplir con la exigencia de la regla con vistas a realizar un conocimiento constructivo requiere instrumentalizar dicha noción de forma que la acción de medir sea posible. Esto exige ya entrar en el ámbito del entendimiento, en el uso empírico de la razón. En este caso el entendimiento ya no buscará la regla que permita saber sobre el ámbito en que su ejercicio es posible, sino que tratará de lograr un esquema (aplicar una categoría a una síntesis imaginativa) capaz de expresar el máximo de validez que la idea exige.

Así, la razón tiene como cometido delimitar y limitar el ámbito en que un ejercicio fructífero y productivo es posible. En lo que respecta a la conexión matemática de los fenómenos su labor concluye en tanto en cuanto la regla asegura que la producción de toda síntesis se realizará entre términos homogéneos.

3. La naturaleza Segundo dominio de la idea de totalidad. Necesidad y libertad

La naturaleza es la consideración dinámica de los fenómenos. En contraposición a la idea de totalidad matemática podemos...

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