El eterno quinceañero

Como ocurre con Adrien Brody, le define su nariz: es como si su rostro siempre estuviera predispuesto para un soberbio estornudo. Tiene fama de reservado: a casi nadie da su teléfono, y casi nadie sabe el nombre de su actual esposa, una forense con la que tiene un hijo de 5 años de edad. Admite, sí, que lo que más le desagrada de dar entrevistas es que le pregunten por un matrimonio anterior. Tradúzcase: Chiquinquirá Delgado, con quien concibió a su otra hija, María Elena. En realidad, hablar con Guillermo Dávila es como participar en una parranda de neuronas que se sueltan y se vuelven a emparejar frenéticamente. El estornudo que parece incontenible en su rostro en realidad es un chorro de palabras: la conversación pasa por Así con las manos, el libro de testimonios de artesanos que hizo junto a la fallecida fotógrafa Bárbara Brändli cuando estudiaba Artes plásticas, antes de convertirse en el fenómeno de la telenovela Ligia Elena. Por su afición a la fotografía, los lentes ópticos, las nuevas cámaras de video de alta definición y la dirección de viceoclips. Por el programa de viajes que quiso hacer, pero que ningún canal de televisión le compró porque su compañera, una chica cuyo nombre no dice pero que describe como "una surfista a la que nada le daba miedo", no tenía los implantes de una miss. Por la necesidad de no desperdiciar inútiles vasitos de plástico en la Coca Cola (no Light) que se toma y de reciclar los desperdicios del hogar. Por la vez que lo mandaron a Conejo Blanco a hacer el servicio militar obligatorio y casi tuvieron que amarrarlo con una camisa de fuerza. Por lo maravilloso que era el arte de las carátulas desplegables de los discos de pasta. De cuando recibió lecciones en las aulas, o fuera de ellas, de Rafael Cadenas, Gabriel García Márquez o Simón Alberto Consalvi. Guillermo Dávila es capaz de poner un cigarrillo en el asfalto y volvérselo a llevar a la boca. El intérprete del hacendado progresista Rodrigo Irazábal, una especie de Santos Luzardo que se opone al bárbaro terrateniente Olegario Montoya en la telenovela Las bandidas de Televen, no le para absolutamente a nada. Le incomoda horrores ponerse ropa de diseñador y posar "con la misma cara de güevón de siempre" para la sesión de fotos y por allí viene la primera pregunta formal, luego de un primer torrente de digresiones: ¿cómo aparecería en una imagen en la que se viera al verdadero Guillermo Dávila? "¡Uy! Nadie compraría la revista con esa portada. Estaría...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR