Humanismo y Trabajo Social

AutorEzequiel Ander Egg
CargoUniversidad del Cuyo
Páginas47-79
EX-LIBRIS
Humanismo y Trabajo Social
Ezequiel Ander-Egg
Universidad del Cuyo
Correo electrónico: ezequielanderegg@hotmail.com
Capítulo 3
Cualidades, capacidades y actitudes vitales que
expresan el Perfil Profesional de un Trabajador
Social inspirado en una concepción humanista
1. Sensibilidad social y sentido de solidaridad
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Gabriela Mistral
A poco que conozcamos el trabajo social, y mucho más si
consideramos que esta profesión tiene un profundo sentido
humanista, resulta evidente la importancia y la centralidad
indiscutible que tienen los conceptos de sensibilidad y
solidaridad. Y ahora bien: ¿De qué hablamos cuando hablamos
de sensibilidad social? ¿Qué sentido y alcance tiene la
solidaridad?... A ello quiero referirme en este primer apartado
sobre condiciones y cualidades del trabajador social.
Con esta palabra —sensibilidad— se alude a la capacidad
de sentir que tiene una persona para advertir e interpretar lo
que les acontece a otras personas y la propensión a sentir la
responsabilidad de hacer algo por ellas. Visto desde el accionar
propio del trabajador social, se trata de la cualidad por la cual
un profesional tiene la capacidad de penetración y comprensión
activa del otro, en lo que es y en lo que son sus necesidades,
problemas, emociones, preferencias, deseos, los centros de
interés y las maneras de pensar de las otras personas con las
que tenemos relaciones personales o laborales.
Cuando esa sensibilidad está más desarrollada y
transciende el ámbito de lo interpersonal, es lo que
Interacción y Perspectiva
Revista de Trabajo Social
2012 Vol.2 n°1 pp.47-79
Dep. Legal ppi 201002Z43506
ISSN 2244-808X
Copyrigth © 2012
Recibido 11-04-10/ Aceptado 25-05-10
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Aander-Egg/Humanismo y Trabajo Social
denominamos como solidaridad social. Se trata de la capacidad
de captar el grito o el dolor silencioso y mutilante de quienes
sufren las consecuencias de la pobreza y de la marginación y
exclusión social de las personas con quienes se trabaja y que,
con frecuencia, están limitados en su expresividad. No se trata
de ser la voz de los que no tienen voz (a veces, el trabajador
social tiene que asumir una responsabilidad de esa naturaleza).
A lo que debemos tender es a darles voz a los que no tienen
voz.
Esta cualidad es más importante que los conocimientos
teóricos y el buen manejo de métodos y cnicas. No sólo
porque es una cualidad que enriquece la vida personal y
diferencia el existir de la pura racionalidad, la vivencia del puro
conocimiento, sino porque es también el más autentico móvil
para preocuparnos de los otros. El secreto para comprender a
los otros no es el conocimiento, sino el amor; esta es la única
fuerza para trascender los límites de la razón. Es la fuerza que
nos desinstala de una vida frívola y mediocre, y nos permite
asumir el talante propio de la persona comprometida.
muy bien que estas afirmaciones pueden ser
chocantes y hasta ridículas para el modo de pensar tecnocrático
y aséptico de muchos profesionales. Así me lo han hecho notar,
de manera personal y en algunos comentarios escritos. No es
extraño que así ocurra. En el mundo en que vivimos, la
sensibilidad no es una cualidad bien vista; en una sociedad
competitiva, de trepadores y oportunistas, gana el que no se
preocupa por los otros, centrado en que sus esfuerzos sirvan
para trepar la pirámide de la figuración social.
Ser sensibles a los problemas de los otros no es una
buena cualidad para llegar a ser un triunfador en un contexto
donde una especie de darwinismo social da la nica a las
relaciones sociales e interpersonales. En una sociedad
competitiva y tecnocrática, hablar de sensibilidad produce un
cierto rubor. Más acorde con esto es el trabajador social
caracterizado, como lo dice Claus Offe, por un tipo de
intervención burocrático-legal, monetarizado y profesional, que
poco tiene que ver con la sensibilidad, la solidaridad y el
compromiso, ya que las agencias en que prestan servicios se
transforman en “organizaciones de procesado de personas”.
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Interacción y Perspectiva. Revista de Trabajo Social
La euforia cuasi tecnocrática en la que se desenvuelve el
trabajo social, en algunos sectores de esta profesión, es
consecuencia de un estilo profesional en el que la sensibilidad es
sustituida por la técnica. Esta exige eficacia y, sobre todo,
eficiencia; la sensibilidad exige dar lo mejor de uno mismo como
persona. En el modelo tecnocrático, tanto en el trabajo social
como en cualquier otra profesión, las relaciones humanas
frecuentemente están alienadas y cosificadas.
En el modelo de trabajo social que propongo, la
sensibilidad y las relaciones interpersonales son fundamentales,
puesto que el desarrollo de las potencialidades de las personas
con quienes se trabaja es el objetivo principal del trabajo social,
cualquiera que sea la tarea profesional específica y concreta que
se está realizando, desde el caso individual, pasando por la
familia, los grupos de autoayuda, el trabajo en un hospital, en
una empresa, en un colegio, en un programa de desarrollo de la
comunidad y en la amplísima gama de actividades propias de la
profesión... Decimos que es un objetivo principal de esta
profesión porque cuanto más logramos que se sienta una
persona protagonista de su vida (autor, actor y sujeto de la
misma), tanto más será su desarrollo personal,
Cuando el trabajo se realiza con los más necesitados,
explotados y marginados, el trabajo a realizar supone una
implicación y una cierta inserción en el mundo de los excluidos.
Y esto complica la vida personal y profesional, porque rompe las
que se consideran las pautas de la normalidad, del quehacer
profesional políticamente correcto....
Todo este modo de actuar supone un estilo profesional de
carácter humanista. En las antípodas se encuentran los
tecnócratas asépticos, quienes ignoran o menosprecian, como si
fuese una fantasía, el poder transformador del amor. Se implica
y se complica con ellos. El tecnócrata es aséptico, fiel a la
institución; pero el que tiene sensibilidad y sentido de servicio
necesariamente está comprometido con las personas concretas.
Vive la solidaridad como se vive el amor, no como un trueque
sino como una dádiva.
Entrar en el juego de lo tecnocrático, sobre todo cuando
se asciende en la escala burocrática, hace perder la sensibilidad.
En España, uno de los trabajadores sociales más críticos y

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